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sábado, 14 de mayo de 2016

El poder de las tradiciones

Marcos  7:13
Y entonces anulan la palabra de Dios para transmitir su propia tradición. Y éste es sólo un ejemplo entre muchos otros.


Hay una gran peligro en la iglesia, y no es nuevo Jesús habló de esto a sus discípulos. La gente que más ataco y persiguió a Jesús fueron los religiosos, en defensa de sus tradiciones y costumbres buscaban la forma de sacar a Jesús del medio.
En el versículo citado Marcos relata que el Señor reprendió a los fariseos, porque cambiaron la ley de Dios por su propia tradición, y así enseñaban a los hombres.
La ley dice: honra a tu padre y a tu madre, era costumbre ayudar a los padres en todo, pero la tradición de los rabinos enseñaba que esa ayuda económica en vez de darla a los Padre decían ofrecerla como ofrenda a Dios, anulando la ley de Dios con la tradición de los rabinos.
Las tradiciones son mandamientos de hombres, el mejor ejemplo lo tenemos en la iglesia católica romana, toda su enseñanza desde la catequesis, sus ceremonias y costumbres eclesiásticas son puramente humanas, nada de lo que la iglesia Católica romana enseñanza esta acorde con la Palabra de Dios.
La mayoría de las religiones están basadas en mandamientos doctrinas y tradiciones de hombres. En una nota de un portal de Internet llamado "Estado de Israel" publicaron que un prominente rabino anunció que: "estábamos viviendo en los últimos tiempos, y que está inminente la llegada del Mesías" y agregó: "Cuando venga el Mesías los árabes serán echados de la tierra de Israel, y el Mesías reinará en todo el territorio", en los comentarios de esta nota se inicio un debate tremendo de Cristianos, Judios y árabes sobre lo dicho por el rabino, y un judio dijo: " Jesús fue un traidor, no cumplio con ningún mandamiento de la Tora, y no fue el Mesías.. "
Los judíos no recibieron a Jesús como Mesías, por estar arraigados a su tradición, ellos esperan ese Reino terrenal sus ojos están puestos sólo en la tierra de Israel.
Pero también en la iglesia evangélica pasa lo mismo con las tradiciones, están los que dedican el domingo al Señor y van a la iglesia porque esa es la tradición, pero las escrituras dicen que cada día debemos vivir en la presencia de Dios, no sólo los Domingos por la mañana. La disposición de los "templos" el púlpito, la plataforma, todo, es para agradar a Dios? Es así como Dios lo quiere? O es que los hombres lo quieren así?
Las tradiciones tuercen las sana doctrina, y hacen que la gente aprenda mandamientos de hombres en lugar de obedecer a Dios. Un ejemplo de esto aveces lo encontramos hasta en las letras de las alabanzas, hay un coro que dice : defiende Espíritu de Dios y llena este lugar... Cuando las escrituras nos eseñan que el Espíritu Santo vino el día de Pentecostés (Hechos 2:1-5)y marco el comienzo del tiempo que vivimos el era de la gracia, el Espíritu Santo se recibe por la fe en Jesús y es el sello de nuestra herencia celestial ( Efesios 1:13-14).
La tradición es un gran obstáculo para que el Espíritu Santo haga su obra, y el peligro de la tradición es que busca versículos bíblicos sacados de contexto, e interpretados personalmente para justificar esa falsa doctrina.
Hoy en día se enseña sobre la unción, hay unción para todo, unción ministerial, unción para hacer milagros, para todo hay una unción.. Cunado la biblia no enseña solo sobre la unción del Espíritu Santo que es una sola y que nos enseña todas las cosas, nos capacita para hacer su obra (1 Juan 2:20 y 2:27)
Hay muchos ejemplos más sobre el poder de las tradiciones, es necesario que nos examinemos cada día y que realmente cultivemos una relación personal con el Señor Jesús, por medio del Espíritu Santo, para no caer en la trampa de la mentira de la tradición.

Aldo Daniel Monegal.
Pastor.

lunes, 9 de mayo de 2016

El soldado herido


La batalla había sido dura. El enemigo había usado toda su artillería y el joven soldado miraba una y otra vez su uniforme, que no era más que un montón de harapos. Su cuerpo magullado y lleno de heridas, a tal punto que apenas podía mover sus piernas. De los brazos sólo conservaba uno y sus ojos también habían sufrido los rigo
res de la batalla.
Pero aún peor que sus heridas, era el sentimiento de haber luchado para nada. Sí, para nada porque el enemigo había ganado esa batalla. En ese momento, al soldado no lo consolaba que hubiese sido solo una derrota temporal y que probablemente la guerra la ganarían los suyos. Para él, todo estaba perdido. Se sentía inútil. No volvería a presentarse ante su Capitán. ¿Cómo podría hacerlo si no respondió como debía a la confianza que habían puesto en él? Había perdido y eso es algo que un soldado no puede darse el lujo de hacer.
Se abandonaría hasta morir en el campo, eso era mejor que presentarse como un derrotado. ¿Y quién sabe si a lo mejor, al llegar derrotado podrían castigarlo? Al fin y al cabo la misión de un soldado es ganar todas las batallas, no perderlas.
Cuando más le daba vueltas a esos pensamientos, una voz amiga lo interrumpió. Era su amigo, su compañero de batallas, quien con mucho cuidado lo tomó y con ayuda de otros lo pusieron en una camilla mientras le decía: Tiene que verte el Capitán, se va a alegrar mucho cuando te vea, además, se va a encargar de correr con todos los gastos de tu curación. Seguro que hasta te dará una medalla.
El soldado no podía creer lo que el amigo le decía e insistía en contar que había perdido la batalla. Pero no le quedó más opción que aceptar ver al Capitán.
Al día siguiente, recibió la visita esperada en el hospital. El Capitán al verlo, corrió, lo abrazó con fuerza pero con cuidado de no lastimarlo, pasando por alto los rigores de la disciplina militar.
- Es usted un gran héroe, querido amigo. Voy a proponerlo para la medalla al mérito militar. Usted ha defendido su posición con uñas y dientes. Ahora ganó el enemigo, pero no se preocupe que la victoria final será nuestra. Olvídese de sus heridas. Sanarán. Siento mucho lo de su brazo…. Le pondremos uno ortopédico. No podrá volver al mismo puesto pero estará en la retaguardia conmigo, dirigiendo las escaramuzas. Si no hubiera luchado, entonces sería un desertor, pero luchó hasta el final.
El soldado, visiblemente conmovido apenas podía articular palabra.
Al igual que el soldado, de la historia de Maité Parga, podemos estar en medio de una gran batalla y por más que damos todo lo mejor de nosotros, la artillería del enemigo nos puede haber herido gravemente. Entonces pensamos que es mejor dejarnos morir, nos sentimos avergonzados por haber fallado, o bien que nuestro esfuerzo no ha valido la pena.
Pero ahí, cuando sentimos que ya nada tiene sentido, cuando estamos heridos, decepcionados de nosotros mismos, viene Dios a encargarse de nuestras heridas, a recordarnos que sólo es una batalla más, pero que la victoria final la tenemos asegurada.
Lo importante es que luchemos, que peleemos la batalla y que si estamos heridos, corramos a los brazos del único que puede sanarnos. Que nuestras fallas no nos alejen de Dios, que el enemigo no use la vergüenza que sentimos o la decepción para dejarnos morir, sino que vayamos confiados ante nuestro Capitán y nos presentemos con nuestras heridas y la ropa hecha harapos.
Dios nunca dejará a uno de sus hijos herido, a Él le interesa cómo peleamos, cuánto nos esforzamos, no los resultados de una batalla. Lo que le interesa es que lleguemos firmes hasta el final de la guerra.


Ana María Frege Issa