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jueves, 4 de septiembre de 2014

El estudio del pastor

El estudiar es un mandato que de continuo cae sobre el pastor. "Ocúpate en estas cosas, permanece en ellas, para que tu aprovechamiento se manifieste a todos." (I Tim. 4:15) "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad." (II Tim. 2:15) La razón por esto es obvia. Conocimiento es poder. Los ministros, de su posición, son los líderes en pensamiento religioso. Para ser dignos de respeto es imprescindible que ellos sean más rápidos en pensar que los de su alrededor. No hay otro oficio que exija tanta esfuerza mental. Los grandes esfuerzos del intelecto se requieren, de vez en cuando, de los miembros del senado, de los miembros del tribunal y de los actores en la plataforma. Pero el púlpito requiere semanalmente los mejores sermones que podamos producir. El pastor tiene que tener frescura, ser original y tener fuerza. Si no, el pastor pierde su influencia sobre la gente. Este agotamiento completo de sus recursos continúa año tras año. Nadie puede cumplir con esta exigencia sin estudiar diligente y constantemente. Siempre tiene que estar creciendo. Su proceso mental continuamente tiene que estar activo, empujándole a nuevas esferas de investigación, meditando sobre lo nuevo y aumentando su disciplina y haciéndole una persona más ancha, profunda y valiosa.

En su vida el pastor debe evitar dos extremos. Por un lado, él no debe ser un gusano de biblioteca, siempre encerrado en su oficina, sin contacto vital y emocional con los de su alrededor. Algunos pastores con gran conocimiento han sido relativamente inútiles por falta de una conexión viviente entre su conocimiento y las necesidades verdaderas del mundo activo en el cual ellos viven. Por otro lado, un pastor puede ser un hombre desorientado, un chismoso que anda de casa en casa, ocupado con revistas y diarios, más o menos al tanto del pensamiento popular, mientras que descuida el proceso de la disciplina necesaria para el crecimiento mental. La falta de estabilidad en el pastoreado puede ser resultado de esto. Se ha perdido la frescura y la originalidad en el pensar y expresarse. Se ha perdido, y la gente, cansada de repeticiones y trivialidades, deja de amar y respetar al púlpito. Lo ideal, entonces es una combinación del alumno y el pastor – una mente creciendo en conocimiento y poder por el afán habitual de administrar e influir por el contacto constante entre la iglesia y la gente. Hace falta un sistema bien planeado y continuamente puesto por obra. ¿Qué sistema debe ser? Al contestar la pregunta quiero seguir dos líneas de sugerencias; el método de estudiar y los objetos del estudio.

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